Por donde pases, deja una huella...
Para
eso, no es necesario que pises fuerte, que te hagas notar con
autoritarismo, que trates de llamar la atención con bombos y platillos.
No… No son tus voces de mando, ni tu aspereza, ni tu rigor lo que marcara el lugar que has ocupado en el trabajo o en tu casa.
Será…
eso de ti que has dado con amor; la palabra al que necesitaba aliento;
la sonrisa al que se acercaba a ti; el consejo al que te lo pedía, la
generosidad para comprender los motivos que llevan a algunos a cometer
errores, a herir, a golpear.
Cuando
no te agradecen algo que has hecho por otro…piensa que no lo has hecho
con sinceridad… pues siempre se agradece lo que es generoso, auténtico.
Conozco
mucha gente que sólo hace favores para que se los agradezcan, o para
pregonarlos y que digan: “que bueno”, “que maravilla”.
Esos no dejan huellas, ni corazones encendidos con lámparas votivas.
Para
dejar una huella, hay que quedarse un poco en lo que se hace; la tiza
dibujando palabras en el pizarrón del grado, la esposa planchando la
camisa del marido, la mano apretando con tibieza la manito del hijo…
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