Un hombre tenía un sembrado de flores
estupendas; cada día salían de su cultivo centenares de paquetes a vender a la
ciudad con las flores más bellas y fragantes que nadie pudiera conocer.
Este señor año por año ganaba el premio a
las flores más grandes y de mejor calidad y como era de esperarse era la
admiración de todos en la región; un día se acercó un periodista de un canal de
televisión a preguntarle el secreto de su éxito, a lo que el hombre contestó:
- Mi éxito se lo debo a que de cada cultivo
saco las mejores semillas y las comparto con mis vecinos, para que ellos
también las siembren.
- ¿Cómo?- respondió el periodista- pero eso
es una locura, acaso no teme que sus vecinos se hagan famosos como usted y le
quiten su importancia?
El hombre dijo: – Yo lo hago porque al
tener ellos buenos sembrados el viento me va a devolver a mi cultivo buenas
semillas y la cosecha va a ser mayor; si no lo hiciera así ellos sembrarían
semillas de mala calidad que el viento traería a mi cultiva y cruzaría las
semillas, haciendo que mis flores sean de mala calidad.
Lo mismo ocurre en nuestra vida. Quienes
decidan vivir bien, deben ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de
una vida se mide por las vidas que toca. Quienes optan por ser felices, deben
ayudar a que otros encuentren la felicidad, pues el bienestar de cada uno está
unido al bienestar común.
Gálatas
6:2
Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo.
Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo.
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