Un Joven alpinista iba
acompañado por dos fuertes y experimentados guías, en su primer intento por
escalar los Alpes Suizos, y se sentía seguro de tener un guía en la delantera y
otro detrás de él.
Escalaron varias horas. Sin
aliento y exhaustos, lograron por fin llegar a las rocas que entre la nieve
sobresalían justo antes de llegar a la cima. Al faltar solo unos metros para
llegar a la cima, el guía que iba al frente se echó a un lado para que el joven
alpinista pudiera ver el paisaje por primera vez, una maravillosa vista
panorámica de picos cubiertos de nieve y un brillante y despejado día en el
cual no se veía una sola nube.
Aferrándose a las rocas
mientras escalaba, el joven dio un último salto hasta la cima.
El guía rápidamente lo asió
y tiró de él hasta bajarlo. El joven no sabía que a menudo fuertes vientos
soplaban sobre las rocas de la cima, cuya velocidad podía hacerlo caer.
Al instante, el guía le
informó de tal peligro diciéndole: ¡Tiene que arrodillarse señor! ¡Nunca estará
mas seguro acá arriba que de rodillas!
Este joven descubrió que
aunque pensó estar bien preparado para escalar, aún había mucho más por
aprender. La vida está saturada de errores y el peligro mayor radica en no
aprender de ellos.
“LO
QUE ERES, ES EL REGALO DE DIOS PARA TI. LO QUE HACES DE TI MISMO, ES TU REGALO
PARA ÉL.”
Santiago
1:4
…Mas
tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin
que os falte cosa alguna…
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