lunes, 6 de agosto de 2012

¿ES BUENO RECIBIR LO MALO?...


Cuenta el decimoctavo  libro de la Sagrada Escritura que la esposa de Job,  en medio de la aflicción y las enormes pruebas financieras, en medio de la salud que él estaba padeciendo , lo  increpó de la siguiente   manera : “…¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete! Pero Job le respondió: “Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo?”…(Job 2:9,10)
¿Saber recibir  lo malo?  es  ésta una declaración  que en la actualidad a muchos nos gustaría repetirla  y sobre todo aplicarla con convicción a nuestra vida diaria.
En la Biblia encontramos múltiples ejemplos de hombres y mujeres  que de igual manera  recibieron con serenidad, lo que en ese momento parecía malo;  personajes que pese a ser probados en su fe,  no menguaron la confianza y el amor en su Creador. Los casos  son múltiples, pero para la ilustración nos bastaría con recordar  a   algunos líderes escogidos por Dios. Por ejemplo: Noé frente a la incredulidad de su gente; Moisés frente  a la  inconstancia de su pueblo;  las dos esposas de Esaú, que fueron una fuente de amargura   para Isaac y Rebeca.  David enfrentando  los celos enfermizos de su suegro, el rey Saúl, y también cargando  su propia debilidad por las mujeres. Imaginemos los conflictos familiares del profeta Oseas, cuya esposa fue adúltera. Acordémonos que Noemí   tuvo que soportar la dolorosa pérdida de su esposo y sus dos hijos. Recordemos a José frente  a la  ingratitud de sus hermanos, el exilio, y la   esclavitud. Pensemos en la experiencia amarga de Job, al ser puesto a prueba con  la muerte de sus diez hijos, su bancarrota financiera y  su   penosa enfermedad, a lo  que se agregó la  frialdad de su esposa y la crítica de sus  amigos.
El mismo Jesucristo, en su esencia humana, sobrellevó padecimientos, tentaciones y privaciones.
Por ello es  bueno que cada vez que  estemos  cercados  por  los problemas, penurias o  sufrimientos, recordemos que no fuimos, no somos , ni seremos los únicos;  que todos llevamos cargas, o que   -al estilo del apóstol Pablo- se nos ha puesto   un aguijón que moleste  nuestra carne, y del cual no solo hay  que  pedir a   Dios   que nos lo retire,  sino más bien que nos conceda el temple  y la serenidad  para   resistirlo .
Aprendamos a confiar, a esperar, y a alabarlo a  Él,  no solo en los tiempos  buenos, sino también en  los que nos parecen   malos para nuestros intereses; y, digamos también como  zJob: Si de Dios sabemos aceptar  lo bueno, ¿no sabremos también aceptar lo malo?

La Sagrada Escritura cuenta que Pablo al referirse a su propio aguijón, manifestó: “… tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí, y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.  (II de Corintios 12: 8,9).

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