Por
tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día
de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios
problemas.
(Mateo 6:34)
Mientras
disfrutábamos de un breve descanso en una reunión de estudio de la Biblia, un
hermano nos contó la siguiente parodia del famoso cuento infantil de “Aladino y la
lámpara maravillosa”:
En cierta
ocasión, una secretaria, un conserje y un gerente -todos de una misma empresa-
quienes caminaban a servirse el almuerzo,
sorpresivamente hallaron una antigua lámpara, parecida a la de Aladino.
Como era
de esperarse, con curiosidad y mucha ansia, comenzaron a
frotar el utensilio, hasta que asomó el típico genio
del turbante, en medio de la tradicional
nube de humo.
Repuesto
el susto de los tres caminantes, el genio dijo: “Generalmente concedo
tres deseos a quien frote mi lámpara, pero
como ustedes son tres, les daré un deseo por persona”.
Con
gran agitación la secretaria pidió estar en ese mismo instante,
en Acapulco,
disfrutando de unas largas vacaciones, sin nada que le recuerde
las obligaciones de la oficina.
No bien terminó
su pedido, efectivamente la mujer fue arrebatada del
sitio.
Como
quedaron dos, le correspondía el turno al asesor, el mismo que igualmente
solicitó estar disfrutando de un largo período vacacional, pero en
Hawái, junto a las chicas más bellas del mundo, y por
supuesto, lo más lejos de la presencia del gerente. Asimismo, tal como
ocurrió con la secretaria,
apenas pronunció el pedido, el asesor fue arrebatado.
“Te toca tu turno”, advirtió finalmente el genio al Gerente de la empresa. “¿Supongo que me vas a pedir cosas
parecidas o mejores?: vacaciones, dinero, placer?”…
“No
-respondió serenamente el empresario– yo pido que a esos
dos empleados míos que los mandaste de vacaciones, me los regreses
de inmediato a la oficina ”.
Querido
(a) amigo (a): más allá de que este chiste pueda
haberte sacado una sonrisa o no, tiene una aplicación seria y
válida para tu vida y la mía. Y es que cuántas veces en nuestro diario
vivir nos afanamos en hacer planes y más planes para el
mañana, desde planear la carrera universitaria hasta
comprar el féretro y tenerlo listo en casa,
para el día que Dios nos invite al su presencia.
Me
imagino que afanes de este tipo deben sacarle más de una sonrisa a Dios, nuestro
gerente-propietario, el único arquitecto de nuestra vida,
No nos
desgastemos inútilmente, ni perdamos la calma queriendo
organizar con precisión cada detalle de un mañana, que siempre será incierto,
especialmente si no lo ponemos en manos de Dios.
Pidámosle
a Él que nos revele su propósito para nuestra vida, y caminemos
serenamente hacia el sitio donde apunta
su perfecta voluntad.
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