La primera vez que patié una
pelota al arco, fue gol. ¡Exitazo! ¡Un crack del fútbol! Fue durante
mi primera hora de Educación Física en
la escuela de educación básica. Pero hubo un pequeño detalle: que quien esto escribe no
tenía muy en claro hacia cuál arco debía patear. Gol en contra.
Recuerdo que tomé el balón por mi cuenta desde media cancha y comencé a correr en medio del
griterío de los demás niños. Unos festejando, otros vapuleándome. Pero no me
importaba. Estaba completamente ajeno al detalle que no es menor, por cierto,
de que los que festejaban no eran los que tenían que festejar … era una jugada
en negativo,
diría yo. Lo blanco era en realidad negro. Lo negro, blanco.
A pesar de las desesperadas advertencias del arquero “-¡Dejala!
¡Dejalaaaa!!” la emboqué en el ángulo inferior izquierdo con precisión y maestría. ¡Y entre risas y llantos salí festejando! ¡Había
hecho un golazo!
Hasta que pasado el momento de
euforia, vinieron las “suaves” explicaciones de mis compañeritos: “-¡PARA EL OTRO LADO, TENÉS
QUE PATEAR…!!!!” (Puntos
suspensivos a completar a gusto por el lector con
el epíteto del color
que se imagine, cualquiera
se va a quedar corto). Esto es lo que los salvadoreños llamamos “una reverenda
metida de pata”. Aún recuerdo las carcajadas desaforadas, burlonas y sin
disimulo alguno de el profesor de educación
física.
Pero, sabes… a pesar de que hoy
cuento esta anécdota públicamente (es la primera vez que lo hago) con un cierto
tono gracioso, y no obstante haberte arrancado al menos una sonrisa al leerlo.
También recuerdo con gran
nitidez, a pesar del tiempo transcurrido desde aquella tarde, los momentos
posteriores, cuando comprendí lo que realmente había ocurrido. Las risas se tornaron en llanto, el festejo en
zozobra y derrota. Las risotadas del profesor pesaron como hiriente burla.
Los años pasaron. Hoy el fútbol
no es justamente, mi deporte favorito. No lo fue nunca. Pero eso no importa. Lo
que sí importa es que en la cancha de la vida no fue mi único “gol en
contra”. Hubo tantos, que ya he perdido la cuenta.
Son muchas las circunstancias de
la vida en la que he vuelto a sentir esa misma sensación de derrota. Son tantas
las veces en las que he puesto todo mi esfuerzo, toda mi dedicación. Esas
ocasiones en las que arranqué con pelota dominada desde media cancha creyendo que era la oportunidad de mi
vida… pero completamente ignorante de que no iba en el sentido correcto y el
globo del festejo se pinchó dando lugar a la amarga tristeza del fracaso.
Cuando el pretendido paraíso resultó ser un infierno.
Si en aquel momento de mi niñez,
me hubiera detenido y escuchado a mis compañeritos, hubiera confiado en las
frenéticas advertencias del arquero de mi equipo, las cosas hubieran sido
diferentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario